
A vueltas con la senescencia celular y su tratamiento
Hay que aceptar que tendemos a tratar los síntomas de las enfermedades más que sus causas. Es cierto que cuando tratamos procesos agudos, como las infecciones —especialmente las infecciones bacterianas—, simplemente con unos comprimidos o inyectables eliminamos la causa y los síntomas que ha ocasionado. Todo a la vez. Y nos funciona bastante bien. Sin embargo, cuando hablamos de enfermedades crónicas, la pauta del comprimido y el inyectable no acostumbra a tratar la causa. Solamente los síntomas. Recordemos que estas enfermedades crónicas se asocian en numerosas ocasiones al envejecimiento. Por tanto, quizá el enfoque correcto sería tratar el envejecimiento. Esto significaría atacar la causa.
Tratar el envejecimiento para prevenir las enfermedades que le acompañan es algo que se va aceptando cada vez más entre la comunidad científica. Entre las terapias propuestas destacan las que se basan en la reparación celular. Algunas ya están en fase de ensayo clínico. Si se confirman su seguridad y eficacia —algo bastante probable—, cabe esperar una aceptación notable no sólo en entornos académicos y de investigación, sino también en instituciones y agencias sanitarias, así como entre la población general.
Existe abundante evidencia científica sobre el éxito de las terapias de reparación celular. Estos tratamientos han conseguido rejuvenecer no sólo células sino organismos enteros. Experimentos realizados en diversas especies animales han demostrado que el rejuvenecimiento es posible. Pero, de momento, no parece suficiente para llamar la atención de las instituciones que deberían apoyar estas investigaciones. Parece claro que para lograr una aceptación amplia será necesario disponer de resultados incontestables llevados a cabo en humanos.
De entre las terapias que tratan enfermedades asociadas a la edad mediante reparación o rejuvenecimiento celular, la más avanzada en humanos es la que consiste en eliminar las células senescentes.
¿Qué son las células senescentes?

Células jóvenes (superior) y senescentes (inferior)
Bernard S. Marasa et al. / CC BY 3.0
No podemos ignorar que la senescencia celular tiene algunas ventajas, la primera de ellas es que tienden a protegernos de la aparición de tumores. La célula se vuelve senescente en un momento en que su ADN ha sufrido numerosas mutaciones y sus telómeros se han acortado hasta un punto en que podrían producirse fusiones entre los extremos de los cromosomas. Todo ello puede favorecer la formación de tumores. Si la división celular se detiene, se impiden también estos efectos. Sin embargo, si la célula, una vez alcanzado el final de su vida útil, entrara en apoptosis —un proceso de muerte celular controlada— en vez de permanecer en fase de senescencia, también impediría la formación de tumores y al mismo tiempo, evitaría la secreción de factores proinflamatorios.
Sea como sea, hemos demostrado en animales de laboratorio que, reduciendo una parte de sus células senescentes, frenamos el envejecimiento y evitamos la aparición de numerosas enfermedades. Por este motivo se están investigando diversos fármacos destinados a reducir las células senescentes. Estos fármacos reciben el nombre de senolíticos y llevamos años investigándolos. Probablemente serán los senolíticos los primeros medicamentos que aportarán mejoras sustanciales frente al envejecimiento. Y, cuando se ponga de manifiesto su eficacia en humanos, es probable que el interés por este tipo de moléculas aumente de modo exponencial.
En resumen
La senescencia celular es un proceso dinámico. Por un lado parece ejercer una cierta protección contra la aparición de tumores mientras que por el otro, provoca cambios inflamatorios que nos llevan a padecer enfermedades crónicas y a envejecer. Este comportamiento paradójico de las células senescentes obliga a seguir estudiando en profundidad las implicaciones que puedan tener los tratamientos con senolíticos. Sin embargo, parece claro que la práctica clínica actual de tratar síntomas en vez de causas no es la más adecuada cuando nos enfrentamos a las enfermedades crónicas propias de la edad.
Con un número creciente de investigaciones con senolíticos en marcha, hay pocas dudas de que veremos resultados positivos que cambiarán nuestra manera de entender y tratar las enfermedades crónicas. Y es probable que, a medida que acumulemos datos positivos sobre el uso de estos fármacos, aumentará también el interés, tanto de agencias e instituciones sanitarias, como del público en general. Y su uso tal vez llegue a ser masivo.
Referencia:
Prieto, L, Graves, S, and Baker D. Insights from In Vivo Studies of Cellular Senescence. Cells, 9(4), 954, 2020. doi: https://doi.org/10.3390/cells9040954