
Covid-19: Cómo hemos llegado hasta aquí
Ahora que en algunas regiones del mundo la pandemia se está conteniendo —aunque solo en algunas regiones, no olvidemos que en muchas otras sigue creciendo de manera desenfrenada—, es momento de analizar las causas, la gestión que hemos hecho y, sobre todo, valorar qué hemos aprendido, para no cometer los mismos errores en el futuro.
Porque, de hecho, las epidemias se repiten. Y de forma creciente. Un artículo publicado en el Journal of the Royal Society Interface en 2014, muestra que los brotes epidémicos se han triplicado desde 1980. De momento, no parece que la tendencia vaya a cambiar. Por lo tanto, conviene aprovechar la experiencia de la pandemia actual para que la siguiente nos encuentre más preparados.
Diversos motivos pueden explicar este aumento de enfermedades infecciosas, incluída la actual, motivos que, de un modo u otro, están relacionados entre sí. Estos son algunos de ellos:
La población mundial no para de crecer

Crecimiento de la población mundial
Bdm25 / CC BY-SA 4.0
Comemos demasiados animales
La necesidad de alimentos aumenta en proporción al crecimiento de la población mundial. Por otra parte, a medida que los países se desarrollan, la avidez por el consumo de carne aumenta en paralelo. Según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), el consumo de carne en el mundo ha aumentado desde 23 kg por persona y año en 1961 hasta los 40 kg a principios de esta década. La demanda creciente de carne ha llevado a la cría intensiva de animales para consumo humano. La ganadería intensiva comporta la concentración de animales en espacios reducidos, lo que aumenta el riesgo de transmitir enfermedades infecciosas. Por otra parte, para alimentar a este número creciente de animales se requiere más terreno de cultivo, lo cual nos ha llevado a deforestar los bosques.
¿Por qué interferimos tanto con la naturaleza?

Deforestación
Ibama from Brasil / CC BY 2.0
La cuestión es que la reducción de los bosques favorece que los animales salvajes que los habitaban entren en contacto con los humanos. Estos animales son portadores de virus y bacterias que se transmiten entre ellos sin mayores consecuencias. El problema es que no tenemos inmunidad frente a ellos, de manera que pueden contagiarnos fácilmente. Se ha demostrado que la deforestación ha permitido la expansión de la malaria en la amazonia y el ébola en el oeste africano.
Nos movemos más que nunca
Tanto el transporte de mercancías como el de personas no ha parado de crecer en décadas. Con la facilidad de movernos favorecemos la movilidad de bacterias y virus. Este es el caso de la expansión del SARS-CoV-2, responsable de la Covid-19, que se ha difundido por el mundo en cuestión de semanas, infectando a varios millones de personas. En los últimos 50 años, el número de personas que han viajado en avión se ha multiplicado por 10. Los viajes alrededor del mundo vienen de hace siglos. Pero nunca antes nos habíamos movido con tanta facilidad.
El cambio climático tampoco ayuda
Eventos como las sequías obligan a los animales a desplazarse a otras zonas, lo cual puede favorecer el contacto con humanos que, en otras condiciones, no habría tenido lugar. Por otra parte, insectos y otros vectores de enfermedades, generalmente más abundantes en zonas de calor, con el aumento de la temperatura tienden a moverse por áreas más extensas, lo que facilita la transmisión de infecciones. No es el caso del SARS-CoV-2, pero sí el de otras infecciones como la malaria o el dengue.
¿Alguna buena noticia?
Sí, también hay buenas noticias. En el último siglo se han hecho grandes descubrimientos para combatir las infecciones. Las vacunas han permitido controlar varias de ellas. La viruela se ha elimiando del planeta gracias a la vacuna. Los antibióticos han curado a millones de personas con infecciones bacterianas. Y tratamientos combinados y complejos han permitido controlar el sida, una enfermedad vírica que hasta no hace mucho mataba a todo aquel a quien infectaba.
De la experiencia con la Covid-19 hemos de aprender que las epidemias son episodios recurrentes. No sabemos cuándo, pero volveremos a tener otra epidemia. Así ha sido a lo largo de la historia. Por tanto, más allá de dar con una vacuna eficaz, hemos de estar preparados para la próxima.
Significa que hemos de apostar por un sistema de salud pública robusto, por invertir en investigación para seguir mejorando técnicas de diagnóstico, para descubrir nuevos tratamientos. Hemos de establecer pautas de prevención y mecanismos de vigilancia.
Finalmente, si consideramos los condicionantes que he expuesto anteriormente y hacemos algo también para mitigar sus efectos, tal vez conseguiremos retrasar la llegada de la próxima pandemia.
Referencia:
Smith KF, Goldberg M, Rosenthal S, et al. Global rise in human infectious disease outbreaks. J R Soc Interface. 2014;11(101):20140950. doi: https://doi.org/10.1098/rsif.2014.0950